Realidades de Buenos Aires
El sol pegaba como una dentellada de cocodrilo y el micro se tragaba el asfalto por el camino Centenario en dirección a La Plata (Pcia. de Buenos Aires). La autopista divide destinos; arriba transitan los incluidos; abajo, y a un costado, entre las mesetas de basura del CEAMSE (coordinadora ecológica área metropolitana sociedad del estado), resisten casitas de madera y chapas desvencijadas donde viven los excluidos que se mueren pronto con sus pulmones por tanta contaminación. Allí el progreso se fugó. Por allí no pasaron los discursos benevolentes. El micro comienza a zigzaguear como un torpe borrachín. Reventón y espera en medio de la autopista. De repente aparece el niño con el globo rojo, comiendo descalzo ante nosotros, desnudito, saltando cardos y gambeteando vidrios. Nos corre con sus ojos negros… y del otro lado de la ventanilla, un señor con pinta de bancario masculla para todos los pasajeros: “a estos pendejos hay que encerrarlos en los orfanatos, porque son un peligro”. Jonathan es el dueño del globo rojo, quizá su única propiedad. Con sus siete años nos manda su risa sin dientes justo cuando llega el patrullero para tranquilidad del bancario y sus compañeros de viaje. Jonathan recibe una patada en el culo y el globo rojo se desprende de su mano, trepa al aire caliente de la tarde insensata, trepa adonde no puede Jonathan, que cae de bruces y se corta la carita. Ya no ríe; llora y corre asustado con su sangre pobre a cuestas. Voy tras de Jonathan y recibo la maldición de todos los pasajeros. Un pendiente de basura y piedras me lleva a las casuchas deshilachadas de techos magullados. Entro por un corredor estrecho flanqueado por casitas enanas con llanto de niño. Ahí está junto a una abuela temblorosa . El pibe tiene la nariz cortada. Respira agitado. Un trapo sirve para taponar la hemorragia, y el consuelo de otras mujeres que van llegando parece funcionar. ¡¡Consuelo!!. Jonathan perdió a su madre que murió tuberculosa. Su padre salió una madrugada del barrio “para un trabajito” (robar) y nunca regresó. El pibe es hijo y dolor de todos. El micro siguió viaje a La Plata y nadie preguntó por Jonathan. El globo rojo se perdió en el infinito junto con los sueños del niño, junto con la justicia, junto con su ignorancia. Si van por el camino Centenario, rumbo a La Plata, háganlo con precaución: hay globos rojos, y con ellos andan niños que cuentan cuentos; ellos relatan que estos tiempos no son el fin de la historia, sino el comienzo … Globos, globalización, rojo púrpura, corazón salvaje...
Habría que hacer un corazón de multitudes, una razón de mayorías, una conciencia poderosa como los ojos tristes de Jonathan para no sentir vergüenza por tantos fracasos como sociedad …
