Confesiones a la bhartola
Hay tantas pero tantas palabras dando vueltas por el mundo para ser proferidas que yo no pude decir nada. Hace mil años, un día mas o un día menos, hace tiempo, o hace unos días atrás quedé paralizada, mi lengua se voltió, y ahora no quiero hacerme la distraída, el silencio daña.
El silencio viene a cuento de los secretos o del secreto que no cuento, pero algo viene en palabras y no es cuento.
Es verdad que todas las letras son femeninas, la a, la be, la ce, hasta la u, hasta la o y la ve y la doble ve y la zeta, pero entre todas no puedo hilvanar una mujer, una mujer que quiero construir. No sé porque cuando barajé todo el abecedario, se formó una mujer déspota, la que produce quiste en el ovario, la que anida un mioma en el útero, la que produce piedras en las vías urinarias y en las vías del alma para luego apedrear a quienes ama y todavía se afana en dar cátedra sobre el concepto de invaginación. Es la misma mujer que no fija la vitamina D, la letra de, de dar y hablo de don, de regalo.
Y no solo se desconecta de la vitamina D, sino de todas las letras, de todas aquellas letras que darían significado y contenido a la música, además esa mujer borra disimuladamente aquellas letras con las que podría escribir otro guión a mi vida. Hace unas horas apenas, o quizá tantos años, no sé, me vino un ímpetu para agarrar el abecedario y darle, y darle mezcla entre mis manos, barajar hasta tipiar las palabras justas, las que quiero declarar, algo así como: “no quiero ver mas a esa mujer déspota en mi espejo”.
Yo soy una mujer déspota.Y quiero salvar a todas mis letras queridas, a mis re-queridas, a mis letras amadas, no me importa ya que no me quieran o que no me crean, pero las quiero salvar de mi fiera y ojalá que los diagnósticos que nos sacan de mas de un brete existencial, para poner nombre y enfermedad a un deseo, no vayan a andar diciendo que entré en el túnel del delirio salvífico.
Aquí la única que tiene que reparar los daños despóticos soy yo. Yo nací y me crié en Tortuario, un pueblo o no estoy segura quizá un país, en fin, un lugar no muy lejos de acá, donde vive un asentamiento de gente infructuosa, donde entre otras cosas, escasean las palabras y con las pocas que hay se arman de una sola oración, la oración del otro pecador. Allí en Tortuario que etimológicamente deriva de un mundo muy pequeño y sin horizontes, lugar de torturas y tortugas, formé mi personalidad de lentos martirios. De esta manera ingresé fácilmente a la “SS” -seguridad siniestra-, para quienes todavía no están familiarizados con el juego de las letras, la ese ese, es cuando se consigue una comodidad o paz o tranquilidad externa, digamos… con el ambiente de vida y alrededores a costa de perder el alma.
Entonces ¿como no voy a querer salvar lo único que es mío? las letras del alma.
Quiero que dejen de padecer mi lentitud, que dejen de escuchar la misma letra siempre, de autotorturitas! La letra eNe, sobre todas y entre todas, se merece despegarse de la o, porque siempre es ene-o, no. La ene es mas que un no, es un amor, trasciende y lucha con mi no, con mi negación a flor de piel, incrustada en mis papilas gustativas, privándome de la sazón.
Pero decir que soy una mujer déspota, decir que desciendo de la gente de Tortuario, todavía no es mi secreto y tampoco es un cuento. El cuento es simple, cotidiano, y conocido, hasta científico podríamos decir, porque es contar los días que son años, a modo de catarsis, o de historia novelada. Tengo que crear un poco de suspenso y recrear ciertos personajes y a través de ellos definirme en la ce, en la ce de claustrofóbica, catatónica, caradura, cobarde y cagona, porque cé que es el mejor refugio para ocultar las otras palabras que vengo barajando y las guardo en la manga para seguir manteniendo en pié la escafandra parapléjica.
Quiero reunir a todas mis letras queridas, las que me nutren sin cesar y a veces lo hacen en contra de mi voluntad y dicen lo que están diciendo, a esas letras, les quiero pedir que me recuerden que yo las quiero, pero a veces no me puedo expresar, y aparece el desaire, la página en blanco, la mirada gacha y esquiva, entonces la soledad y el triunfo del silencio. Yo me hago la desentendida, la que no “ce da cuenta” y sigo relatando los cuentos cenicientos, pobrecita, pobrecita, ce-ni-cienta, la humilde y fregona de la mugre de las patronas.
Ni siento, ni sienta, puro cuento inventado para reinar un castillo deshabitado pero seguro ante las pasiones que pudiera despertar y despertarme el cuerpo a lindas sensaciones. Fue en Tortuario que aprendí a mentir las vocales, es decir tuve que fingir la O cuando en verdad era A, un ejemplo de esto era decir: un gustO en vez de, me gustA, También la U la usaba por la i. Cuando interpretaba el papel de tonta, digamos cuando lo interpreto es la E que elijo y la arrastro y la arrastro en diferentes tonos, eeee como dudando, la ééé acentuada como preguntando, eeee como distraída. Qué quede claro que elegí la E, por eso pongo bajo sospecha mi i, mi in, mi inteligencia, por fin, por fin salió esa palabra y sale a la fuerza por la fuerza de su propia existencia, supongo que es por ella que estoy de vuelta y que puedo devolver las palabras que alguna vez me prestaron.
Que quede claro además, que lo escrito no son palabras, es un gesto explosivo que contiene miles y miles de gestos liberados, todos gestos que habían sido secuestrados por la mujer que no quiero ver mas en el espejo, es la misma mujer que me dictaba al oído: Las perentorias, las desaforadas, las amasadas excusas de siempre, digo para esconder el silencio, entre las paredes que siempre, transcurro.
Una máscara cuelga de la pared, la pared guarda uno y mas secretos las paredes no hablan, la máscara que cuelga de los secretos guarda un solo rostro. Es un cuadro, es un retrato colgado, digo, cuando miro el espejo.Y rompí el espejo.
Yo no sé que me habrán hecho tus ojos, mujer, (me dijo el espejo) pero no puedo seguir reteniéndote, es hora que te saques la máscara y hagas partícipe de tu bondad y belleza a los demás.
Otra cosa, me dijo avergonzada y hasta parecía derrotada: no te olvides de sonreír que tu sonrisa es preciosa, no te enfurezcas con tus letras amadas, que digan lo que tengan y quieran decirle a los demás. Pero si ustedes interpretan a esto como un acto de liberación por parte de la mujer que no quiero ver más en el espejo, están muy equivocadas, es un acto de locura y responsabilidad (LR).
De locura, porque soy loca y anduve vaya a saber porque fingiendo cierta cordura. Y responsabilidad, porque me haré cargo de las consecuencias de mi bella locura.
Ni rabia, ni dolor que se entiende como un profundo gesto de amor.
Me olvidé de lo más importante, que los secretos no se cuentan.
El silencio viene a cuento de los secretos o del secreto que no cuento, pero algo viene en palabras y no es cuento.
Es verdad que todas las letras son femeninas, la a, la be, la ce, hasta la u, hasta la o y la ve y la doble ve y la zeta, pero entre todas no puedo hilvanar una mujer, una mujer que quiero construir. No sé porque cuando barajé todo el abecedario, se formó una mujer déspota, la que produce quiste en el ovario, la que anida un mioma en el útero, la que produce piedras en las vías urinarias y en las vías del alma para luego apedrear a quienes ama y todavía se afana en dar cátedra sobre el concepto de invaginación. Es la misma mujer que no fija la vitamina D, la letra de, de dar y hablo de don, de regalo.
Y no solo se desconecta de la vitamina D, sino de todas las letras, de todas aquellas letras que darían significado y contenido a la música, además esa mujer borra disimuladamente aquellas letras con las que podría escribir otro guión a mi vida. Hace unas horas apenas, o quizá tantos años, no sé, me vino un ímpetu para agarrar el abecedario y darle, y darle mezcla entre mis manos, barajar hasta tipiar las palabras justas, las que quiero declarar, algo así como: “no quiero ver mas a esa mujer déspota en mi espejo”.
Yo soy una mujer déspota.Y quiero salvar a todas mis letras queridas, a mis re-queridas, a mis letras amadas, no me importa ya que no me quieran o que no me crean, pero las quiero salvar de mi fiera y ojalá que los diagnósticos que nos sacan de mas de un brete existencial, para poner nombre y enfermedad a un deseo, no vayan a andar diciendo que entré en el túnel del delirio salvífico.
Aquí la única que tiene que reparar los daños despóticos soy yo. Yo nací y me crié en Tortuario, un pueblo o no estoy segura quizá un país, en fin, un lugar no muy lejos de acá, donde vive un asentamiento de gente infructuosa, donde entre otras cosas, escasean las palabras y con las pocas que hay se arman de una sola oración, la oración del otro pecador. Allí en Tortuario que etimológicamente deriva de un mundo muy pequeño y sin horizontes, lugar de torturas y tortugas, formé mi personalidad de lentos martirios. De esta manera ingresé fácilmente a la “SS” -seguridad siniestra-, para quienes todavía no están familiarizados con el juego de las letras, la ese ese, es cuando se consigue una comodidad o paz o tranquilidad externa, digamos… con el ambiente de vida y alrededores a costa de perder el alma.
Entonces ¿como no voy a querer salvar lo único que es mío? las letras del alma.
Quiero que dejen de padecer mi lentitud, que dejen de escuchar la misma letra siempre, de autotorturitas! La letra eNe, sobre todas y entre todas, se merece despegarse de la o, porque siempre es ene-o, no. La ene es mas que un no, es un amor, trasciende y lucha con mi no, con mi negación a flor de piel, incrustada en mis papilas gustativas, privándome de la sazón.
Pero decir que soy una mujer déspota, decir que desciendo de la gente de Tortuario, todavía no es mi secreto y tampoco es un cuento. El cuento es simple, cotidiano, y conocido, hasta científico podríamos decir, porque es contar los días que son años, a modo de catarsis, o de historia novelada. Tengo que crear un poco de suspenso y recrear ciertos personajes y a través de ellos definirme en la ce, en la ce de claustrofóbica, catatónica, caradura, cobarde y cagona, porque cé que es el mejor refugio para ocultar las otras palabras que vengo barajando y las guardo en la manga para seguir manteniendo en pié la escafandra parapléjica.
Quiero reunir a todas mis letras queridas, las que me nutren sin cesar y a veces lo hacen en contra de mi voluntad y dicen lo que están diciendo, a esas letras, les quiero pedir que me recuerden que yo las quiero, pero a veces no me puedo expresar, y aparece el desaire, la página en blanco, la mirada gacha y esquiva, entonces la soledad y el triunfo del silencio. Yo me hago la desentendida, la que no “ce da cuenta” y sigo relatando los cuentos cenicientos, pobrecita, pobrecita, ce-ni-cienta, la humilde y fregona de la mugre de las patronas.
Ni siento, ni sienta, puro cuento inventado para reinar un castillo deshabitado pero seguro ante las pasiones que pudiera despertar y despertarme el cuerpo a lindas sensaciones. Fue en Tortuario que aprendí a mentir las vocales, es decir tuve que fingir la O cuando en verdad era A, un ejemplo de esto era decir: un gustO en vez de, me gustA, También la U la usaba por la i. Cuando interpretaba el papel de tonta, digamos cuando lo interpreto es la E que elijo y la arrastro y la arrastro en diferentes tonos, eeee como dudando, la ééé acentuada como preguntando, eeee como distraída. Qué quede claro que elegí la E, por eso pongo bajo sospecha mi i, mi in, mi inteligencia, por fin, por fin salió esa palabra y sale a la fuerza por la fuerza de su propia existencia, supongo que es por ella que estoy de vuelta y que puedo devolver las palabras que alguna vez me prestaron.
Que quede claro además, que lo escrito no son palabras, es un gesto explosivo que contiene miles y miles de gestos liberados, todos gestos que habían sido secuestrados por la mujer que no quiero ver mas en el espejo, es la misma mujer que me dictaba al oído: Las perentorias, las desaforadas, las amasadas excusas de siempre, digo para esconder el silencio, entre las paredes que siempre, transcurro.
Una máscara cuelga de la pared, la pared guarda uno y mas secretos las paredes no hablan, la máscara que cuelga de los secretos guarda un solo rostro. Es un cuadro, es un retrato colgado, digo, cuando miro el espejo.Y rompí el espejo.
Yo no sé que me habrán hecho tus ojos, mujer, (me dijo el espejo) pero no puedo seguir reteniéndote, es hora que te saques la máscara y hagas partícipe de tu bondad y belleza a los demás.
Otra cosa, me dijo avergonzada y hasta parecía derrotada: no te olvides de sonreír que tu sonrisa es preciosa, no te enfurezcas con tus letras amadas, que digan lo que tengan y quieran decirle a los demás. Pero si ustedes interpretan a esto como un acto de liberación por parte de la mujer que no quiero ver más en el espejo, están muy equivocadas, es un acto de locura y responsabilidad (LR).
De locura, porque soy loca y anduve vaya a saber porque fingiendo cierta cordura. Y responsabilidad, porque me haré cargo de las consecuencias de mi bella locura.
Ni rabia, ni dolor que se entiende como un profundo gesto de amor.
Me olvidé de lo más importante, que los secretos no se cuentan.
