Día de acción de gracias ¿Gracias a quién?
Ricardo Fuentes Ramírez (Puerto Rico).
Desde pequeño me enseñaron que en el día de acción de gracias tenemos que dar gracias por literalmente todo lo que tenemos. Debemos agradecer nuestros hogares, nuestra salud, nuestros celulares, nuestra vestimenta, nuestra oportunidad a una educación, nuestras computadoras…en fin, todo.
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¿Pero a quién le damos las gracias? En términos espirituales, el cristiano me diría que le debo todo a su dios. Por un sinnúmero de razones que no explicaré en esta nota, tengo un gran presentimiento de que todo lo que tengo no me lo lanzó un dios desde el cielo.
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En términos más políticos, quizás un puertorriqueño muñozista de corazón o uno estadista extremista me diga que todo lo que tenemos es gracias a nuestra relación con Estados Unidos. Según ellos, sin Estados Unidos viviríamos en la pobreza que viven los demás pueblos latinoamericanos. Por ende, ¡debemos darle gracias a los Estados Unidos! Por otro sinnúmero de razones, estoy muy seguro de que todo lo que tengo no me lo lanzó Estados Unidos a través de uno de sus programas de ayudas federales. ¿Y entonces?
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Las preguntas adecuadas en este punto serían: ¿De dónde salió mi casa? ¿Quién me sana cuando me enfermo? ¿De dónde salió mi celular? ¿De dónde salió mi vestimenta? ¿De dónde surge la educación que recibo? ¿De dónde salió mi computadora?
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Un análisis profundo a estas preguntas me hace llegar a la sencilla conclusión de que les debo las gracias a hombres y mujeres. Pero no hombres y mujeres cualesquiera. Les debo las gracias a hombres y mujeres trabajadores. Ese grupo de personas que aquel viejito sabio barbudo llamo proletariado.
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El médico que me sana, es trabajador también. Quizás no es explotado en un proceso de producción ya que él es dueño de su taller de trabajo, pero esto no quita que el también es un trabajador. Igual de trabajadores son los profesores y profesoras que me educan día a día en la universidad. Igualmente los maestros y maestras que me educaron en un pasado. Hombres trabajadores construyeron mi hogar. Trabajadores y trabajadoras ensamblaron mi celular en una fábrica. Al igual que mi vestimenta y mi computadora.
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Aparentemente, le debemos las gracias por todo lo que tenemos a la clase trabajadora. Hombres y mujeres como la mayoría de nuestros padres y madres. Hombres y mujeres como los que seremos nosotros y nosotras cuando nos introduzcamos en el mercado laboral. Les debemos las gracias a todos y todas los que trabajan…a todos y todas los que han trabajado… a todos y todas los que trabajaremos.
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Me tomo el atrevimiento de modificar un poema del Comandante Corretjer para aplicarlo a la ocasión:
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Gracias a esas manos aborígenes porque trabajaban.
Gracias a esas manos negras porque trabajaban.
Gracias a esas manos blancas porque trabajaban.
De entre esas manos indias, negras, blancas,de entre esas manos nos salió la patria.
Gracias a las manos que la mina excavaran.
Gracias a las manos que el ganado cuidaran.
Gracias a las manos que el tabaco, que la caña y el café sembraran.
Gracias a las manos que los pastos talaran.
Gracias a las manos que los bosques clarearan.
Gracias a las manos que los ríos y los caños y los mares bogaran.
Gracias a las manos que los caminos trabajaran.
Gracias a las manos que las casas levantaran.
Gracias a las manos que las ruedas giraran.Gracias a las manos que las carreteras y los coches llevaran.
Gracias a las manos que las mulas y caballos ensillaran y desensillaran.
Gracias a las manos que los hatos de cabras pastaran.
Gracias a las manos que cuidaron de las piaras.
Gracias a las manos que las gallinas, los pavos y los patos criaran.
Gracias a todas las manos de todos los hombres y mujeres que trabajaron.Porque ellas la patria amasaran.
Y gracias a las manos, a todas las manos que hoy trabajanporque ellas construyen y saldrá de ellas la nueva patria liberada.
¡La patria de todas las manos que trabajan!Para ellas y para su patria,
¡Gracias!, ¡Gracias!