Detrás de un cielo hay otro cielo

Chantal Rialland: Respecto al niño, los padres se angustian en función de su propia problemática, consecuencia de sus infancias y de sus adolescencias. Y esto con tanta más intensidad cuanto que el padre y la madre se han sentido no deseados, rechazados, no conformes al deseo familiar: “Ojalá que todo salga bien, que sea normal”, “Ojalá que el nacimiento sea fácil”. El precedente quizás ha sido difícil o una de las mujeres de la familia, madre, abuela, bisabuela, tía, murió en el parto: “Que no sea mala como la abuela Ágata”, “Drogadicta como la prima”, “Puta como la tía”, “Infiel como la abuela Ernestina”, “Que no sea alcohólico como el abuelo Arturo”, “Homosexual como el tío Pedro”, “Perezoso y mujeriego como el abuelo paterno”. Algunos padres temen la crisis de la adolescencia: “Ojalá que encuentre una mujer digna”, “Cuando pienso que mi hija será de otro hombre…”. Afectivamente, todo niño es comparado a su familia y, siendo esto un mecanismo que tiende a reproducirse, los miedos parentales en el fondo actúan como maldiciones».

Georg Groddeck: El temor es consecuencia derivada de la represión de un deseo. Miedo es deseo: quien teme el estupro, lo desea.
Alejandro Jodorowsky: Desde la infancia, a través del psiquismo de los padres, la familia inyecta en nuestras mentes sus deseos en forma de temores. Las flechas, lanzadas muchas generaciones atrás, llegan hasta nosotros exigiéndonos que realicemos las pulsiones autodestructivas: «Tienes que desarrollar el mismo cáncer que tu abuelo», «Tienes que perder tus ovarios como tantas de tus antepasadas los han perdido», «El alcoholismo es una tradición familiar», «Hijo de tigre nace rayado», «Puta la madre, puta la hija, puta la manta que las cobija». A menos que, por un acto de psicomagia, las realicemos metafóricamente, esas maldiciones familiares nos obsesionarán toda la vida.
Fragmento de “La danza de la realidad”
Esa es la buena noticia: las maldiciones familiares, realizadas metafóricamente, hacen que vivamos al fin libres del tormento de un destino impuesto. Detrás de ese cielo encapotado, está el que siempre estuvo y no pudimos ver.
Esa es la buena noticia: las maldiciones familiares, realizadas metafóricamente, hacen que vivamos al fin libres del tormento de un destino impuesto. Detrás de ese cielo encapotado, está el que siempre estuvo y no pudimos ver.
.

Cosas que pasan