El deseo del corazón

Ella llora y ríe al mismo tiempo y, estrechando al niño contra su pecho, le responde:
-Tesoro mío, estabas escondido en mi corazón, no eras sino su deseo. Estabas en las muñecas de mi infancia cuando, cada mañana, modelaba en arcilla la imagen de mi dios, eras tú al que hacía y rehacía.
Estabas en el altar con la divinidad de nuestro hogar; al adorarla era a ti a quien adoraba. En todas mis esperanzas, en todos mis amores, en mi vida, en la de mi madre, eres tú quién ha vivido. El espíritu inmortal que protege nuestro hogar te acuna en su seno desde la noche de los tiempos. En mi infancia, cuando el corazón abrías sus pétalos, eras tú quién lo envolvías, como un perfume embriagador. Tu delicada frescura aterciopelaba mis jóvenes miembros igual que el reflejo del rocío que precede a la aurora.
Tú, criatura del cielo, que tienes por hermana gemela a la luz de la alborada, tú has sido traído por las olas de la vida universal que te ha depositado por fin en mi corazón. Mientras contemplo tu rostro, el misterio me devora; ¡tú que a todos perteneces me has sido dado a mí! Por temor a que escapes de mí, te estrecho contra mi corazón.
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¿Qué magia ha entregado el tesoro del mundo a mis frágiles brazos?
Rabindranath Tagore
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No pertenecemos a nadie, ni a los padres, ni a la familia, ni a la pareja, ni los amigos, ni a la tierra, ni al Dios de los altares. Somos un tesoro nacido del amor, y la libertad es nuestra mayor riqueza.
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Rabindranath Tagore
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No pertenecemos a nadie, ni a los padres, ni a la familia, ni a la pareja, ni los amigos, ni a la tierra, ni al Dios de los altares. Somos un tesoro nacido del amor, y la libertad es nuestra mayor riqueza.
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Cosas que pasan