El agua

“Usted necesita, primero, preparar la bomba con toda el agua que contiene esta botella mi amigo, después, por favor, tenga la gentileza de llenarla nuevamente antes de marchar”.
El hombre desenroscó la tapa de la botella, y vio que estaba llena de agua.¡Llena de agua! De pronto se vio envuelto en un dilema: si bebía aquella agua, el podría sobrevivir, pero si la vertía en esa bomba vieja y oxidada, tal vez tendría agua fresca, bien fría del fondo del pozo y podría beber toda el agua que quisiera, o tal vez no. Tal vez la bomba no funcionaría y el agua de la botella sería desperdiciada.
¿Qué debía hacer?¿Derramar el agua en la bomba y esperar a que saliese el agua fresca o beber el agua vieja de la botella e ignorar el mensaje? ¿Debía perder toda el agua, con la esperanza de que aquellas instrucciones, poco fiables, escritas no sabía cuanto tiempo atrás, fueran ciertas?
Después de dudar durante un largo tiempo, decidió confiar y hacer lo que indicaba el mensaje. Derramó toda el agua en la bomba, agarró la manivela y comenzó a bombear. La bomba comenzó a rechinar, pero ¡nada pasaba! La bomba continuaba con sus ruidos. El hombre se esforzó más y más y, de repente, surgió un hilo de agua, después un pequeño flujo y finalmente, el agua corrió con abundancia: agua fresca y cristalina.
El hombre llenó la botella y bebió ansiosamente. La llenó otra vez y tomó aún más de su refrescante contenido. Enseguida, la llenó de nuevo para el próximo viajante, la llenó hasta arriba, tomó la pequeña nota y añadió otra frase:
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“Créame que funciona, usted tiene que dar antes toda el agua, para poder obtenerla nuevamente”.
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Cosas que pasan