Códigos
Mempo GiardinelliCuando hace poco se conocieron las negociaciones secretas del Sr. Biolcati con el Sr. De Vido, el presidente de la Sociedad Rural proclamó fastidiado que "el Gobierno, las personas que intervinieron en esto, violaron un código que yo respeté".
"Hasta los mafiosos tienen códigos, pero éste es un gobierno que va más allá de la mafia", dijo enseguida el dirigente cordobés Luis Juez, políticamente oportuno y veloz de lengua como siempre.
Tres semanas después, anteayer, el extraordinario futbolista Juan Román Riquelme, al renunciar a la Selección Argentina, declaró que "está claro que el técnico de la Selección y yo no tenemos los mismos códigos".
En ambos casos, y con velocidad de rayo, todo el "movilerismo" argentino –si cabe el neologismo para no decir "todo el periodismo" pues periodismo es otra cosa– se encolumnó para repetir el vocablo "código" como si se tratara de algo sagrado, por todos conocido y aceptado.
En realidad, lo que esta cuestión semántica denota es sólo ignorancia y confusión. Porque de las dieciocho acepciones del vocablo "código" que admite el Diccionario de la Lengua Castellana, ninguna define esa supuesta afinidad ideológica que, supuestamente, uno rompe y todos padecen. Apenas dos de esas acepciones podrían aludir a lo que en la Argentina se ha puesto de moda forzando –mal– nuestra lengua: la tercera ("cifra para formular y comprender mensajes secretos") y la sexta ("sistema de signos y de reglas que permite formular y comprender un mensaje").
Parece indudable que lo que estos señores han querido decir, en cada caso, es "principios". O bien, "valores".
Pero claro, justamente principios y valores es lo que más se ha venido extraviando en la Argentina contemporánea, fundamentalmente por obra de las dirigencias de todo tipo: las políticas, sí, pero también sindicales, empresariales, y desde luego las deportivas.
Y con la degradación acelerada de valores y principios que viene padeciendo nuestro país, así estamos. Ya ni siquiera se los menciona mientras, en cambio, se los sustituye por esa elusiva palabra –"códigos"– que, según también se dice, tiene tintes mafiosos.
Y es que los mafiosos, los ilegales, los delincuentes y sobre todo los así llamados de "guante blanco" se manejan –esos sí– con "cifras y mensajes secretos", con "sistemas de signos". Nunca con valores o principios.
Y es que principios y valores remiten, siempre, e inexorablemente, a la ética. Es decir, a comportamientos ejemplares por decencia y congruencia, e incluso por elegancia, y esos comportamientos son siempre transparentes y nunca secretos.
Lo que más pena produce todo esto es pensar qué lamentable docencia se aplica con nuestros chicos, nuestros muchachos, sobre todo los futboleros.