El poskirchnerismo. Hugo Presman
La diáspora de fuerzas que respaldan al gobierno de cara a la elección parlamentaria fundamental del mes de octubre, ha llevado a que se empiece a escribir y hablar en forma persistente de poskirchnerismo. Se observan deserciones por derecha e izquierda e intentos de la oposición de vertebrar frentes. Como dice el periodista Gerardo Fernández el gobierno quedó como pato rengo a ocho meses de la asunción, en la famosa elección en el senado de julio del 2008. Lo que es una originalidad pocas veces dada. Habitualmente esa figura, extraída de la política norteamericana, se da cerca del fin del mandato y nunca a pocos meses de haberlo iniciado.Todo ello teniendo como escenario una crisis en marcha de origen interno y una internacional de una magnitud y profundidad que convierte a las anteriores conocidas en suaves brisas de primavera.
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EL KIRCHNERISMO EN CONTEXTO HISTÓRICO
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El peronismo surgió de la década infame. Hizo ingresar a la Argentina en la modernidad con desarrollo capitalista, industrias y clase obrera. Simbólicamente, desde un lugar subalterno, Perón participó en el derrocamiento de Hipólito Irigoyen, erosionado por la crisis de 1929. El gobierno de Agustín P Justo, en forma pragmática y contra sus convicciones adoptó medidas que implicaban una participación activa del estado en defensa de los sectores que representaba. La imposibilidad de importar dio lugar a una creciente industria liviana que reemplazaba lo que hasta entonces se importaba y el nacimiento de una clase obrera nacida de las migraciones internas. Dos consecuencias entonces no deseadas: incipiente desarrollo industrial y fortalecimiento de la clase obrera.
Con el peronismo en el poder se aplicaron políticas activas y se reemplazó el modelo primario exportador por el de sustitución de importaciones.
Se diseñó la sociedad más equitativa y desarrollada de América Latina. Un modelo que combatía la pobreza no solo por razones equitativas sino por que era la condición necesaria para la creación de un mercado interno.
A partir de 1955, y con muy pequeñas interrupciones, se intento volver a la Argentina anterior a 1945.
Intentos notables en ese sentido fueron el de 1966 con éxitos parciales y el de 1976 que alcanzó sus objetivos. Para demoler la peligrosidad de una Argentina moderna con industrias, clase obrera sindicalizada y vastos sectores de clase media radicalizada se acudió al terrorismo de estado como condición necesaria para la destrucción significativa del aparato productivo. Los muertos y el terror fueron necesarios para cumplir los propósitos incumplidos desde 1955.
El fracaso económico y militar de la dictadura establishment- militar, dejo fuera de funcionamiento a estos últimos y por lo tanto desprovisto de reaseguros a los primeros.
Como herencia de sometimiento se dejó una enorme e impagable deuda externa contraída y usufructuada por pocos pero transferida al conjunto social
Durante el gobierno de Alfonsín se usó como sustituto de las fuerzas armadas el golpe de mercado y un arma mortífera como la hiperinflación.
Al miedo inoculado durante la dictadura criminal se le sumó el trauma profundo que sobre la conciencia colectiva significó la hiperinflación.
Sobre ese terreno fértil se asentó el menemismo y su arma letal la convertibilidad como piedra angular de un modelo de apertura irracional y de rentabilidad financiera.
Todo lo que desde el punto de vista económico y social no pudo realizar la dictadura establishment- militar lo concretó el menemismo en forma activa y la Alianza en forma pasiva. Una política de entrega y destrucción, con apoyo popular.
De 1989 al 2001 se consumó la segunda década infame que concluyó no como la primera en un movimiento militar sino con la implosión del modelo de rentabilidad financiera y la crisis terminal del 2001.
Eduardo Duhalde como Agustín P Justo tuvo que adoptar medidas pragmáticas para salvar algo en medio de un hundimiento general, iniciando a partir de una fenomenal devaluación que licuó los ingresos fijos y socializó deudas empresariales, una rápida y dolorosa salida del subsuelo con un promisorio y sostenido crecimiento.
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EVALUACIÓN DEL KIRCHNERISMO
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Néstor Kirchner surge como superador de la segunda década infame como Perón de la primera, habiendo sido un protagonista activo y propulsor de una de una de las privatizaciones más desdorosas como fue la de YPF. Es el emergente de una sociedad fragmentada. Con partidos políticos implosionados. Con una población contradictoria y desorientada que después de haber protagonizado el 19 y 20 de diciembre del 2001, votó en un 41% por dos emblemas de la segunda década infame.
El kirchnerismo es productivamente el modelo primario de los noventa con reconstitución de algunos sectores industriales. Hay diferenciadores importantes como una participación fundamental del Estado que se convierte en un socio creciente vía retenciones en la soja y el petróleo. Se privilegia la política sobre la economía y se realiza una importante política de derechos humanos con rasgos positivos pero sesgados.
En economía el discurso denuesta a la década del noventa y en materia de derechos humanos reivindica los ideales de la generación juvenil que militó en los setenta en forma general y acrítica. Hasta fines del 2006 se lograron incorporar más de tres millones de personas al sistema productivo, hubo crecimiento sostenido y a tasas pocos frecuentes, se negoció una quita importante de la deuda externa y se mejoró el perfil de los vencimientos. Se opuso en una actitud trascendental al ALCA, se estatizó el Correo, Aerolíneas, Aguas Argentinas, los fondos de la AFJP, se liquidó la relación esclavizante con el FMI, se designó una Suprema Corte unánimente elogiada, se evitó reprimir en general la protesta social, se alineó con los nuevos aires latinoamericanos de gobiernos que con mayor o menor intensidad pretenden dejar atrás la década depredatoria de los noventa.
Como se ve hay un mix de continuidades y ruptura. Las continuidades, la base productiva del modelo, es la explicación de fondo que impide asaltar y destruir el núcleo duro de la pobreza e indigencia estructural.
Y esto en una sociedad que en los sectores medios favorecidos por el kirchnerismo no quieren saber nada con la pobreza y manifiestan su creciente malestar, muchas veces por motivos banales y con una brutalidad indigna de gente con acceso para desarrollar un pensamiento más complejo y no visceral.
En eso es interesante teorizar sobre las diferencias que el menemismo consiguió en los mismos sectores. Buena parte de la sociedad compró un discurso que la hacía sentir ingresando al primer mundo mientras los organismos internacionales alababan a un país que ayudaban a destruir. La convertibilidad y su sistema de endeudamiento de la población que la ataba mortalmente al empate monetario, soldó una alianza sólida entre ideología e interés económico. El menemismo surgió a partir de una crisis económica profunda como fue la de la hiperinflación que llevó a que la sociedad desarrollara poderosos anticuerpos inflacionarios y que estuviera dispuesta a aceptar todo a cambio de la estabilidad monetaria. En cambio el kirchnerismo, que es la consecuencia de la peor crisis del siglo mediada por la movilización del 19 y 20 de diciembre, no ha atado la suerte social a un instrumento, lo que ha llevado que la sociedad rescatada del cataclismo económico sufre una amnesia que le permite olvidar cuando miraba hacia abajo y se abrazaba con los excluidos. A más de un lustro de esos hechos, prefiere hacer una opción hacia arriba y en lo posible que le saquen de su mirada la pobreza de la cual se cree definitivamente alejada. Y el centro de su virulencia visceral son Néstor Kirchner y Cristina Fernández.
En síntesis: el kirchnerismo es una versión deslucida, pálida del peronismo histórico pero es por lejos lo más progresivo que se originó después de la crisis del 2001 y el que mejor interpretó el mensaje positivo de aquellos históricos días. Son hijos, el peronismo y el kirchnerismo de las respectivas décadas infames y tienen en común dos movilizaciones populares de carácter histórico. Otro denominador común es el odio que despiertan en los mismos sectores pero se diferencian significativamente en el fervor que despiertan en sus seguidores. Además el peronismo construyó una estructura que lo sobrevivió largamente a su fundador. El kirchnerismo, como en su momento el menemismo, difícilmente sobreviva a su pérdida del gobierno.
Hoy un 65 o 70 % apuesta a encontrar alternativas en el poskirchnerismo, un terreno árido donde se intenta volver al pasado en medio de un mundo que se derrumba por haber aplicado un fundamentalismo neoliberal que hace temblar al planeta.
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EL POSKIRCHNERISMO
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Mezcla rara de revolución libertadora y menemismo, con eje de reagrupamiento en la Comisión de Enlace, los dos frentes opositores pretenden superar al kirchnerismo apostando al prekirchnerismo.
Felipe Solá cree hacer su juego pero el gran favorecido es su tercer socio Mauricio Macri, que es el intento que la Argentina sea gestionada directamente por el establishment sin intermediarios, con la participación como inversionista de otro empresario Francisco De Narváez. Una tendencia que exteriorizan los integrantes de la Comisión de Enlace de convertirse en dirigentes políticos como lo expresó sin eufemismos el brutal Hugo Biolcati cuando en el acto de Leones expresó: “Llevamos dos generaciones dejando el espacio de la política a los que consideramos que eran de otra clase. Debemos ocupar ese espacio y no dejarlo en manos de marginales”
Detrás de este frente se mueve el ex presidente Eduardo Duhalde, un exitoso constructor de fracasos.
En el otro frente integrado por la Coalición Cívica de Elisa Carrió, una reencarnación de la Revolución Libertadora, con la presencia de los radicales sobrevivientes de un partido centenario vaciado, con radicales sueltos fracasados que vuelven al redil como Ricardo López Murphy y alguna fracción de socialistas que de tales solo tienen usurpado el nombre.
La propuesta es volver al Fondo Monetario, alejarse de América Latina, hacer políticas agropecuarias dictadas por la Comisión de Enlace.
En el frente PROperonista, la palabra ajuste está en la boca de De Narváez. Puede asegurarse con pocos errores, que propondrían la vuelta al “orden”, la represión como método, el alineamiento con EE.UU, y una vuelta a la economía irrestricta de mercado, las privatizaciones como nave insignia y el goteo como política distributiva. Esta es la posibilidad más concreta de encarnar desde el justicialismo macrista al poskirchnerismo.
Es muy interesante observar como todos se envuelven, desde Duhalde a Elisa Carrio, desde el rabino Bergman al periodismo puro de Castro y Leuco, desde Mariano Grondona a Hugo Biolcati- en la bandera republicana. Hoy esa categoría política ha sido vaciada de sus aspectos positivos por esta fauna de distinto pelaje y es el envoltorio de viejo axioma sarmientino de civilización y barbarie. Los republicanos son hoy los civilizadores que estigmatizan como barbarie cualquier atisbo popular.
Dejando de lado la izquierda pintoresca y pirotécnica, algunos de cuyas siglas como el PCR y el MST son la izquierda de la Sociedad Rural, está el Proyecto Sur con gente valiosa y con críticas correctas a la insuficiencia y limitaciones del modelo kirchnerista.
Pero como en el caso de la resolución 125 terminan siendo, más allá de sus intenciones, funcionales a los que arrasarán con lo positivo que se ha concretado.
El historiador Norberto Galasso lo ha expresado con precisión: “Hay una izquierda abstracta que se termina convirtiendo en una derecha concreta” Y luego argumenta: “El kirchnerismo es pues todo esto y es también buena parte de lo que dice Alcira ( Argumedo) , como ocurre normalmente con los movimientos nacionales en gestación, policlasistas, contradictorios, clientelistas, pragmáticos, conciliadores, con “amigos del poder” que hacen negocios. ¿Se lo tenemos que decir nosotros, desde la izquierda nacional, justamente a los peronistas? Diría Jauretche, ¿dónde se ha visto que los hijos enseñen a los padres cómo se hacen los hijos? ¿Qué hubiera hecho Pino cuando Perón se negó a expropiar a la corrupta y recorrupta CADE? ¿Hubiera dicho que era “un gobierno antinacional y antipopular”? Claro, desde la izquierda abstracta es fácil decir, ¿por qué Perón no desarrolló fuertemente la minería?, ¿por qué apenas dio el puntapié inicial con Somisa cuya primera colada es de la época de Frondizi? ¿Y el contrato petrolero con la California? ¿Habría dicho acaso: “¡Qué antinacional y antipopular es este Perón!”? Pino dice en otro artículo: “Perón no estaría hoy en el PJ”. Yo pregunto: ¿era mucho mejor el PJ del ‘54? ¿No había entonces “amigos del poder” que hacían negocios? ¿Quiénes eran Jorge Antonio y Silvio Tricerri? ¿O entonces resulta que Codovilla tenía razón siendo funcional al imperialismo para que sanease a la Argentina emporcada por los “negros peronistas” del ‘45?
Por otra parte, somos ya lechuzas demasiado cascoteadas para entrar en la moralina boba de la Carrió: la corrupción es intrínseca al capitalismo y cuando está la reacción en el poder disimula sus negocios con leyes a su conveniencia; cuando estamos los del pueblo algunos violan esas leyes y hacen sus negocitos. Pregúntenle a Chávez, que sabe de esto, como también de la clase media de Caracas escandalizada moralmente, aunque, igual que la nuestra, evade impuestos con toda naturalidad.
Por momentos me asombro, porque parece que hay que enseñarles peronismo a los peronistas. Ningún gobierno, decía Perón, cumple el 100 por ciento de los objetivos nacionales y populares, porque está el enemigo que también es fuerte. Cuando cumple el 50 por ciento o más ya el balance es favorable. Jauretche le decía a Jorge Del Río cuando se deslizaba a la oposición porque Perón no expropiaba la CADE: “Es importante, sí, pero usted no puede ver la historia por el agujerito de la cerradura de la CADE”.
El balance general es el que interesa. Escuchen esto mis viejos y queridos amigos: “Hay muchos actos, y no de los menos trascendentales por cierto, de la política interna y externa del general Perón que no serían aprobados por el tribunal de las ideas matrices que animaron a mi generación. Pero de allí no tenemos derecho a deducir que la intención fuese menos pura y generosa. En el dinamómetro de la política, esas transigencias miden los grados de coacción de todo orden con que actúan las fuerzas extranjeras en el amparo de sus intereses y de su conveniencia. No debemos olvidar en ningún momento –cualesquiera sean las diferencias de apreciación– que las opciones que nos ofrece la vida política argentina son limitadas. No se trata de optar entre el general Perón y el arcángel San Miguel. Se trata de optar entre el general Perón y Federico Pinedo. Todo lo que socava a Perón, fortalece a Pinedo, en cuanto él simboliza un régimen político y económico de oprobio y un modo de pensar ajeno y opuesto al pensamiento del país” (1947). No hace falta que te diga a vos, Pino, que hiciste recientemente una película sobre “los hombres que están solos y esperan”, que el autor es Raúl Scalabrini Ortiz. Por eso, como decía Jacques Prevert, es muy peligroso dejar que los intelectuales jueguen con fósforos porque, retomando a Jauretche, combatir lo bueno (“desgastando”, creando “clima destituyente”) puede significar que en vez de lograr lo mejor, sirvamos para que vuelva lo malo.
En esta Argentina de hoy hay que luchar para profundizar este proceso, cabalgándole al lado, marcando críticas, proponiendo soluciones superadoras, empujando, pero no atacando desde enfrente, presionando para que fracase, porque la única opción que hay hoy la conocemos y viene de lejos: Bullrich Luro Pueyrredón, Pinedo, Estensoro, López Murphy, Grondona, Anchorena, los grandes pulpos mediáticos... y el Tío Sam”
Han vuelto a aparecer las aves de rapiña que convirtieron a la Argentina en un fantasma, y vienen por lo que queda sobre un gobierno que pierde sangre y en cuya construcción política no hizo aliados sino futuros adversarios. Los buitres vuelan en círculos cada vez más cercanos. Ahí están los gurúes económicos, infalibles para el error, en realidad gestores de negocios como Broda, Melconián, Cachanovsky, Espert, De Pablo. Codo a codo la Comisión de Enlace Agropecuaria, sectores industriales ciegos, vastos sectores de clase media nostálgicos del 1 a 1 y referenciados en lo interno con las clases altas y en lo externo con EE.UU. Y en lugar de las fuerzas armadas el ejército mediático que va desde Morales Solá a Kirschbaum, de Grondona a Fontevecchia, de Magdalena Ruiz Guiñazú a Alfredo Leuco.
El kirchnerismo es torpe, inmaduro, contradictorio, con fuertes bolsones de corrupción. Con desprolijidades obscenas. Con insistente juego para la tribuna. Futbolísticamente inclinado al fulbito más que al fútbol. Con un autismo creciente y un disciplinamiento interno que convierte a los colaboradores en funcionarios obedientes y mudos.
Ese es el cuadro de situación en medio de un cataclismo económico universal.
Con todas sus enormes limitaciones y claudicaciones, el kirchnerismo ha dado varios pasos para dejar atrás la segunda década infame.
El poskirchnerismo actual no es una superación de esas limitaciones sino un retroceso hacia lo peor del pasado. Hacia la tercera década infame.
El hombre hace la historia, decía Marx, no en las condiciones elegidas por él.
En estas condiciones, y en medio de un escenario internacional imprevisible, nos encaminamos hacia el remoto octubre.